Ya os aviso de que este post tiene truco. Le he puesto este título para disimular. Porque … ¿qué tiene que ver la gestión de equipos con la campaña de recogida del Banco de Alimentos? Pues seguramente nada. O todo. Yo que sé. El caso es que necesitaba escribir sobre esto. Allá voy.
El fin de semana pasado colaboré como voluntaria en la gran campaña de recogida de alimentos organizada por el Banco de Alimentos. Aparte de la comunicación que había visto en los medios, me había llegado información por email de un par de amigos. Así que pinché en el link correspondiente y me apunté como voluntaria. Me enviaron un mensaje un par de días antes. Adjuntaban unas pequeñas instrucciones y me comunicaban el turno que me tocaba. De 6 a 10 de la noche del viernes en el supermercado de al lado de mi casa. Y allá que me fui yo dispuesta a colaborar.
Ya hace mucho tiempo que decidí no ejercer mis habilidades de jefe de proyecto en mi ámbito familiar o social. Primero, porque acaban llamándote ‘mandona’ y segundo, porque he observado que un grupo de personas con un objetivo común tiende a auto gestionarse espontáneamente sin necesidad de mayor organización. Y esto es exactamente lo que ocurrió en este caso. Al principio reinó el descontrol, pero después de la primera hora, aquello rodaba como la seda. Inés y Julia se dedicaron a repartir el folleto informativo a todos los que entraban en el establecimiento. Carmen recogía y clasificaba lo que los compradores iban entregando. Luis se especializó en organizar los paquetes de 5 kilos de los productos clasificados como ‘varios’. Rubén agrupaba de 5 en 5 los kilos de legumbres, pasta y arroz. Y yo acabé ayudando un poco a todos y apuntando lo que íbamos recogiendo por la simple razón de que fui la única que llevaba un boli.
Aunque colaboro económicamente con alguna ONG, hacía mucho, mucho tiempo, que no colaboraba con mi esfuerzo directo. Fueron mis mejores 4 horas en años. Se me pasaron en un suspiro. Me impresionó la cantidad de compradores que colaboraban con la recogida. Fueron muchas las anécdotas. Todas ellas positivas. La mujer que mandó al marido a bajar la compra al coche mientras ella volvía a entrar en el supermercado porque se le había olvidado comprar para la campaña. Los niños que venían a entregarnos sus paquetes de legumbres aleccionados por los padres. Las pandillas de adolescentes que entraban a suministrarse para el ‘botellón’ del viernes y salían con un paquete de pasta entre todos (todo cuenta). Los compradores que llegaban a última hora porque se les había olvidado algo y compraban muchas más cosas para la campaña que para ellos.
Pero la anécdota que más me emocionó fue la de Ernesto. Él no venía a hacer la compra. Ernesto tenía 90 años, andaba despacito, con bastón y no podía ni empujar un carrito. Pero había oído hablar de la campaña en los medios y quería colaborar. Pidió que un voluntario entrara con él a hacer una compra especial para la donación. Así que Carmen se fue con él y salieron al cabo del rato con un carro lleno paquetes por valor de unos 50 euros. Ernesto no le daba mayor importancia. Él tenía bastante para comer y comprar libros, que eran su pasión. El resto estaba encantado de dedicarlo a estas causas. Se despidió de nosotros dándonos las gracias por ayudarle y por nuestro tiempo.
El sábado fui a hacer mi compra semanal a otro establecimiento. Cuando fui a entregar lo que había cogido para la campaña, me fijé en lo que hacía el grupo de voluntarios a cargo en ese momento. Estaban organizados de una forma diferente a la nuestra. Pero su contenedor estaba tan lleno como el nuestro. De nuevo la auto gestión espontánea funcionaba sin ningún problema.
He leído que participaron 84.000 voluntarios durante todo el fin de semana. Inés, Julia, Carmen, Luis y Rubén serán los que yo recuerde siempre. También he leído que se han recogido 14 millones de kilos de alimentos. En mi turno, 865, el 0,0061% del total. Nunca un porcentaje tan pequeño me pareció una cifra tan grande.
Muchas gracias.